Panorama regional:
América Latina sufrió los graves efectos nocivos de la pandemia de COVID-19.
Brasil experimentó el segundo mayor número de muertes relacionadas con el
coronavirus después de Estados Unidos. Perú tuvo la peor tasa de mortalidad por
COVID per cápita del mundo, lo que resultó en una caída del PIB regional del 9,4%
en 2020.
Por: Adolfo Durañona
En respuesta, los países latinoamericanos emitieron bloqueos generalizados en numerosas industrias orientadas al consumidor. Muchas minas cerraron temporalmente y las empresas establecieron requisitos de distanciamiento social, pruebas y aislamiento que redujeron la mano de obra y las cuotas de producción al reabrir. Como resultado, la producción de cobre de Perú, por ejemplo, cayó un 33,4% en abril de 2020 en comparación con el año anterior. Sin embargo, el sector minero, entre otros, finalmente quedó exento como actividad económica esencial, lo que permitió a las empresas seguir creciendo. Varios factores seguirán contribuyendo a este crecimiento a lo largo de 2021, incluido el gasto de estímulo gubernamental, la adopción de energías y tecnologías limpias y las tendencias macroeconómicas sistémicas positivas.
Los mandatos gubernamentales, las iniciativas del sector privado y la demanda de los consumidores están catalizando un crecimiento exponencial en los sectores de tecnología y energía limpia. Un buen caso de estudio es el mercado de los vehículos eléctricos e híbridos. Los mandatos de emisiones más estrictos en los mayores mercados automovilísticos del mundo -entre ellos, Estados Unidos, China y la Unión Europea- llevaron a las principales empresas automovilísticas a dar prioridad a la producción de vehículos eléctricos. Esto hizo necesario aumentar el suministro de cobre, ya que el vehículo eléctrico promedio contiene 83 kilogramos de este metal, mientras que el vehículo tradicional de combustión interna contiene 23 kilogramos. También se espera que aumente la producción de cobalto, litio, níquel y zinc para satisfacer la demanda de componentes y baterías para coches eléctricos.
Muchos países latinoamericanos, como Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Perú, tienen redes eléctricas que dependen en gran medida de fuentes renovables, como la energía solar y la hidroeléctrica. A medida que los mercados del carbono maduran, esto da a América Latina una ventaja competitiva sobre las regiones cuyas redes dependen más de los combustibles fósiles. Las empresas buscarán abastecerse de materias primas en países cuyas operaciones mineras tengan una menor huella de carbono, para evitar la compra de créditos de carbono compensatorios. Esto es especialmente cierto en el caso del cobre, el litio y el zinc, ya que los procesos de extracción y refinamiento necesarios para convertirlos en componentes de vehículos eléctricos son bastante intensivos en energía.
Los cierres de minas relacionados con COVID redujeron la oferta mundial de minerales y metales, haciendo subir los precios. La continuación de los cierres esporádicos podría restringir aún más la producción de cobre, mineral de hierro y zinc, lo que elevaría aún más los precios. Cuando los gobiernos de todo el mundo se embarcaron en un plan de estímulo combinado de 13 billones de dólares, los precios del oro subieron aún más en respuesta a la impresión generalizada y al creciente gasto deficitario. La inestabilidad del mercado llevó a los inversores a buscar refugios seguros en los metales preciosos, lo que llevó a un aumento del 34% en los precios mundiales del oro entre enero y agosto de
- Además, muchos programas de estímulo dieron prioridad a los proyectos de
Los resultados futuros del sector minero latinoamericano dependerán en gran medida de la recuperación económica de China y, en menor medida, de la de Brasil. Una señal positiva es la revisión de la proyección de crecimiento de China para 2020 por parte de Fitch Rating (que ha pasado del 1,2% al 2,7%). Por su parte, la proyección económica de Brasil para 2020 se modificó de un descenso del 7,0% al 5,8%.
A pesar de estos indicadores positivos, la minería latinoamericana sufre los mismos efectos sistémicos nocivos que experimentan muchos otros sectores económicos. Algunos países no aplican de manera uniforme sus normas de derechos humanos y seguridad, aunque esto puede compensarse cuando las empresas se comprometen a practicar las mejores prácticas de la industria. La inestabilidad social, los entornos políticos fluidos, las burocracias complicadas y la corrupción impiden que muchos países aprovechen plenamente sus depósitos minerales. Por ejemplo, Perú tiene proyectos mineros por valor de 57.000 millones de dólares atados por la burocracia y/o las protestas sociales. El sector minero de México ha tenido un rendimiento inferior en los últimos años debido a las amenazas de nacionalización y la retórica antagónica de su administración. Venezuela sigue sumida en una larga crisis sociopolítica que ha frenado toda la actividad económica. Las próximas elecciones en Chile, Ecuador, México y Perú podrían generar más incógnitas legislativas y regulatorias.
Las empresas deben abordar problemas medioambientales y sociales de larga duración, como la lixiviación química en las aguas subterráneas, la deforestación y las condiciones de trabajo seguras. Dado que los ciudadanos son cada vez más conscientes de la procedencia de las materias primas de sus productos de consumo, las minas podrían enfrentarse a importantes reacciones locales e internacionales si sus operaciones no abordan suficientemente estas cuestiones. Las empresas también deben tener en cuenta el uso del agua en sus operaciones. Muchas minas andinas están situadas en regiones áridas donde las empresas pueden tener que competir con los agricultores, ganaderos y otros residentes locales por los limitados recursos hídricos. Adoptar el reciclaje de agua y equipos de alta eficiencia mitiga el riesgo de exacerbar las relaciones con las poblaciones locales. No obstante, los países latinoamericanos suelen tener regímenes normativos y de aplicación mucho más estrictos que los de sus competidores mineros internacionales, como la República Democrática del Congo, lo que les otorga otra ventaja competitiva respecto a otras regiones.
COVID-19 representa un choque sistémico para el sector minero de América Latina. Sin embargo, las tendencias económicas y medioambientales mundiales indican que sus perspectivas a medio y largo plazo siguen siendo positivas siempre que las empresas aborden las externalidades ecológicas y sociales locales e internacionales relacionadas con sus operaciones. Específicamente en 2021, esperamos que los impactos de la demanda de energía limpia por parte de los consumidores y los mandatos gubernamentales, el gasto de estímulo generalizado y la recuperación de las tendencias macroeconómicas sigan modernizando y desarrollando el sector.