Hablar de minería es hablar de la historia de la humanidad

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Almuerzo de Atlas Copco

Señaló el Ing. Jorge López Bain, ex ministro de minería de Chile, en su visita por Argentina. Su condición actual de Presidente del Directorio de Atlas Copco le permitió también relacionarse con el mundo minero argentino.

El Ing. Jorge López Bain fue presentado en un almuerzo al que gentilmente invitara Atlas Copco y que fuera organizado por AG comunicaciones. Participaron invitados especiales relacionados con la actividad minera encabezados por el Secretario de Minería de la Nación, Ing. Jorge Mayoral, el presidente de la Cámara Argentina de Empresarios Mineros, Dr. Martín Dedeu y el embajador de Suecia Arne Rodin, habiendo estado también presentes los ex subsecretarios de Minería, Lic. Daniel Meilán, y el Dr. Carlos Saravia Frías.

En este marco hicieron uso de la palabra tanto el Ing. Jorge Mayoral como el Dr. Martín Dedeu quienes resaltaron la personalidad del distinguido visitante y su anfitrión, el señor Carlos Andrés -gerente general de Atlas Copco Argentina- quien presentó al Ing. Jorge López Bain como el presidente del Directorio de Atlas Copco invitándolo a hablar sobre la minería chilena cuya actualidad es notablemente importante para la economía de ese país.

“Hablar de minería es hablar de la historia de la humanidad”, expresó el Ing. López Bain definiendo la importancia de la minería. “Hablar del desarrollo que provoca la minería en Chile es sumergirse en la historia misma. Sin embargo, hablar de la minería es mucho más que ello, es hablar de la historia de la humanidad. La minería está en las actividades más antiguas y fundamentales desarrolladas por el hombre. No es una casualidad porque la historia de la humanidad se refiere a la edad de piedra como el periodo en que el hombre aparece en la escena mundial. Una vez que el hombre domina el fuego y desarrolla ciertas técnicas que le permiten procesar y elaborar los metales se constituye la primera revolución tecnológica del mineral, lo que resultó en un mejoramiento en la calidad de vida de los pueblos de la época”.

Hoy en día, la utilización de elementos metálicos y no metálicos provenientes del subsuelo se han generalizado en todos los ámbitos del quehacer del hombre, incluyendo los elementos básicos para la fabricación de enseres, la construcción de viviendas, fabricación en la industria de comunicaciones, generación de energía, electrónica, medicina, hasta los productos más sofisticados utilizados en tecnologías de punta, incluidas las exploraciones del espacio –detalló el ex ministro de minería de Chile-. La realidad indica que en el mundo de la actualidad difícilmente pueda identificarse alguna actividad donde directa o indirectamente se utilicen productos cuyo origen no sea la minería, especificó el actual de Presidente del Directorio de Atlas Copco.

Historia minera chilena

En Chile la evolución de la actividad minera ha estado estrechamente ligada a su historia, coincidiendo en distintas épocas los periodos de mayor esplendor con el auge de esta actividad. Pero también la minería ha tenido especial repercusión en momentos difíciles para la Nación desde la conquista misma. La extracción de metales del subsuelo y su elaboración posterior eran actividades que desarrollaban grupos originarios del país mucho antes de la llega de los españoles en el siglo XVI, abrió el capitulo de la historia minera Chilena el Ing. López Bain.

“Durante la colonia, el oro y la plata financiaron la Capitanía General de Chile. Según Humbolt, en 1800 Chile fue el mayor productor de oro del mundo produciendo 2.000 kg. anuales. Cuentan las crónicas que cuando Francisco Pizarro capturó al Inca Atahuallpa le exigió el rescate más elevado de la historia, trazando con su espada una señal en lo alto de la pieza donde estaba prisionero y le propuso llenar todo ese espacio con oro a cambio de su libertad. Sabemos que el oro se obtuvo, no así la libertad de Atahuallpa. Lo que no es muy conocido es que el oro del rescate habría venido buena parte del norte de Chile. El historiador Makena relata que en el largo y penoso del siglo XVII hubo un campo minero cuya riqueza sostuvo al reino y con sus productos evitó el cataclismo”.

Más adelante –prosiguió López Bain- cuando en 1832 se descubrió el mineral argentífero, la aldea de Copiapó adquirió la categoría de ciudad convirtiéndose en virtud de la fiebre argentífera en una especie de California chilena. El carbón y el salitre bañaron todo una época el erario nacional. Hay, incluso, quienes hacen referencia en nuestra historia económica como país antes y después del salitre. No es de extrañar ya que la extracción salitrera era la única actividad que en esa época pagaba impuestos en el país.

“No hay duda que el caso del cobre se está haciendo gravitante en la actividad y en la economía chilena. En los años sesenta, el cobre y el boro representaban más del 80% de la actividad económica del país. En esos años, se consideró al cobre como la viga maestra de la economía chilena y otros le llamaban el sueldo de Chile”, puntualizó Bain.

“¿Es la misma atracción magnética la del cielo para obtener riquezas minerales que para cosechar sus frutos?” se preguntó retóricamente el disertante. “En Chile tuvimos inviernos duros para llegar a convencernos de esa realidad. Esa dependencia del cobre, tan extremadamente marcada, dejaba al país en un grado de ultra-liberalidad extrema. Bajaban el precio y en Londres pedían que cayera unos centavos para que el país se desvaneciera. Cabía entonces preguntarse: ¿por qué esas distintas etapas en vez de complementarse se fueron sucediendo una a otra, dejando atrás en el olvido a la anterior?”.

“En el caso del oro y la plata se fueron agotando los yacimientos y lavaderos de alta ley y de fácil acceso, y no existían tecnologías para ubicar y luego explotar yacimientos de baja ley. El carbón chileno perdió posiciones en los mercados internacionales al ubicarse yacimientos de calidad superior en otras latitudes. El salitre, uno de los principales rubros de la economía, fue superado por el material sintético fabricado en Alemania. El cobre y la viga maestra, cuyo precio se halla en función de la demanda internacional, debió enfrentar sustituciones y baja de precios en varias oportunidades. Como broche de oro, el cobre chileno debe enfrentar embargos y litigios internacionales cuando al inicio de la década del setenta el gobierno decidió expropiar cuatro yacimientos que estaban en manos de empresas extranjeras, cuya producción equivalía al 90% de la producción nacional sin compensación de ninguna especie”, explicó el disertante.

“En cada oportunidad esta imprevisión, tan propia de nuestros países sudamericanos, tiene un altísimo costo para el país y su población. En los años ’30, toda la actividad salitrera se paraliza y produce una de las peores cesantías de la historia. El desastre económico y político de principios de los setenta lleva al quiebre de la institucionalidad del país”, contextualizó el ing. López Bain.

La dependencia económica del país sigue estrechamente ligada a la minería pero 20 o 30 años anteriores a 1970 no se inició un sólo emprendimiento minero, lo que dejaba al país sin yacimientos que pudieran reponer algo ante el agotamiento. El tema no es menor si se considera que para desarrollar un yacimiento minero se requiere de fuertes inversiones y de años de exploración geológica antes de iniciar la producción. El mecanismo reinante, la tributación empecinada y la inestabilidad de las reglas del juego no sólo desincentivaba cualquier intento de inversión, simplemente los ahuyentaba, señaló el ex ministro de minería de Chile.

“Para desarrollar un sector minero sólido es indispensable contar con yacimientos factibles de ser explotados. Sin embargo, tan importante como contar con yacimientos explotables es requerir de condiciones que aseguren operaciones de largo plazo, sin interferencias. Reglas claras y estables, seguridad jurídica, funcionamiento de las instituciones, en resumen, confianza para invertir. Confianza. Confianza. Confianza”.

Cambios estructurales en la industria minera: Decreto-Ley 600

A partir de 1974, en Chile se da paso a cambios trascendentales: se establece una economía abierta con fuerte presencia de la iniciativa privada en reemplazo del estatismo y centralismo de los anteriores sesenta y setenta años. Se establecen legislaciones y normas que incentivan la inversión privada garantizando un trato igualitario, no discriminatorio a inversionistas nacionales y extranjeros. Un elemento fundamental de este proceso es la promulgación del Estatuto del Inversionista Extranjero, más conocido como Decreto-Ley 600 de 1974 o comúnmente DL 600 que detalla que una inversión extranjera se formaliza mediante un contrato-ley entre el Estado y el Inversionista; este contrato ley no puede ser modificado unilateralmente. También atribuye un trato igualitario a inversionistas nacionales y extranjeros; necesidad de acceso sin limitaciones a los mercados cambiarios; garantía para repatriar utilidades y capitales; y el inversionista puede optar por la tributación normal del país o puede ejercer una tributación invariable aunque sea más alta por plazo determinado.

“Tal es la importancia de este cuerpo legal promulgado en el año 1974 que en el año ‘92 ha sido ratificado por unanimidad por el Congreso en todas sus partes. Esta legislación y las normas transmiten una seguridad jurídica que se traduce en las reglas del juego claras y estables en el tiempo. A continuación, en 1981 y 1983 respectivamente se promulga la ley orgánica constitucional sobre concesiones mineras, y un nuevo y actualizado Código de Minería. Fundamental es el rango constitucional que se da a la ley minera: para ser modificada requiere un forum calificado”, explicó López Bain.

“Esta legislación del año ‘81 recibió muchas críticas a fines de los ‘80 y principios de los ‘90. Muchas amenazas de modificaciones elásticas, etc. Sin embargo, hasta hoy no se le ha modificado una coma. El orden de concesiones mineras se canaliza a través del Poder Judicial donde el que descubrió un yacimiento es el que tiene derecho prioritario, sin interferencias políticas ni administrativas, evitando así situaciones de discriminación o corrupción. Como resultado de este proceso, en el sector minero se definió la situación de la actividad extractiva dejando atrás la permanente incertidumbre proveniente de la dependencia de un sólo rol mientras otras actividades de la economía se identifican y se multiplican”.

En un plazo de 15 años, Chile experimentó cambios radicales en materia de inversión local y extranjera y de ahorro interno, que es lo que lleva a un crecimiento sostenido como jamás había tenido en su historia. Tan sólo entre 1986 y 1990 se crean más de un millón de puestos de trabajo donde la minería en forma directa e indirecta tiene una significativa participación, explicó el ingeniero. “Tal es el impacto de la legislación y en especial el Decreto Ley del Inversionista Extranjero en la actividad nacional, y particularmente en la minería que hoy se puede diferenciar entre el Chile antes y el Chile después del DL 600”.

“De una producción anual de cobre de 800 mil toneladas anuales al inicio de los años 70, Chile da un salto para hoy en día producir anualmente 5.500 mil toneladas. Especial mención merece este hecho, dado que las cuatro minas estatizadas en 1974, en esa época, representaban el 90% de la producción de cobre del país. Hoy significan sólo el 40%, mientras que las nuevas minas en manos privadas responden por el 60% restante. En el cobre se ha logrado entonces consolidar un sector minero estatal tradicional con un creciente y competitivo sector minero privado”.

Gracias a la aplicación de un nuevo modelo de tecnología, se pusieron en marcha nuevos yacimientos y la reapertura de otros, lo que ha permitido alcanzar cifras de producción a nivel mundial en oro, salitre, cobre, molibdeno, renio, al igual que lograr una producción sustancial en carbón, selenio, plata, plomo, zinc, borax, fosfato, azufre y diatomita, en general los no metalíferos, aclaró Bain. Además y afortunadamente para Chile –prosiguió-, este nuevo escenario es un incentivo que permite el desarrollo de otras áreas de la economía en vinos, madera, celulosa y papel, productos agropecuarios, turismo y una gama de actividades no tradicionales.

“¿Y qué ha significado todo esto para el país? En primer lugar, ingresos por exportaciones que bordearon los 40 mil millones de dólares, de los cuales el componente de producción minera en 2005 significó 22,6 mil millones de dólares. Para Chile el aporte de la minería equivale al 16% del PBI, y el 57% de las exportaciones. Tiene trabajo directo y estable, y muy bien remunerado para 74 mil personas. Trabajo indirecto para otras 370 mil personas. El desarrollo de actividades nuevas o adicionales a la explotación minera como servicios de variada índole, investigación, ingreso al país de tecnología de punta, servicio de ingeniería, minería, geología, metalurgia, construcción, transporte, medio ambiente, asesorías legales, contables, tributarias, médicas, seguridad industrial, etc. son el resultado concreto. Así como las construcciones, obras civiles, montaje industrial, maquinarias, caminos, líneas férreas, plantas de generación de energía, líneas de transmisión eléctrica, puertos marítimos, aeropuertos y el abastecimiento y provisión de reactivos, provisión de agua, provisión de combustibles, análisis de laboratorio, provisión de materias primas, etc.”, informó.

“En minería, por cada plaza de trabajo directo se generan otras cinco plazas de trabajo indirecto. Quien haya conocido Chile hace 30 años, hoy seguramente no la reconocería. El ejemplo se da en Antofagasta, Copiapó, la Serena para nombrar algunas que son, a su vez, un ejemplo de actividad pudiente que generará un mejor nivel de vida para sus habitantes. Es bueno leer noticias de estos días donde dicen: ‘Proveedores mineros alcanzan ventas por 4.600 millones de dólares con 17 firmas’; ‘Organismo minero impulsa fuerte aumento en la construcción en Antofagasta’; ‘El sector registró un incremento record del 97% en el año 2005’; ‘Fundación entrega becas a indígenas; avanza la construcción del puerto minero; precio del cobre favorece a la pequeña minería’; ‘Antofagasta tiene más autos en Chile’”.

Futuro: Argentina y Chile

Ahora bien, ¿qué se viene para el futuro?, lanzó López Bain la pregunta al auditorio. “Aquí me gustaría pensar a largo plazo. Chile ha dado pasos importantísimos y ha consolidado su tradición minera. Hoy día, para superar esa imprevisión del pasado, tiene que preocuparse de que parte de esos recursos sirvan para lo que viene más adelante, una vez que esos yacimientos se hayan agotado. Y ahí debemos seguir ejemplos como el de Suecia, Finlandia, es decir, dedicarnos a la tecnología para exportar. Hoy tenemos inversiones en el desarrollo de nuevos emprendimientos y en la formación de cooperaciones existentes, Pascua Lama de Barrick es el primer emprendimiento en que Chile y Argentina aúnan esfuerzos para desarrollarlo”.

“Tenemos otras inversiones y contamos con acuerdos internacionales muy importantes.
Creo que Chile está superando ese lastre que arrastró por décadas, de ser un país potencialmente rico habitado por gente pobre. Está en plena etapa de superación y en ese sentido la minería seguirá estando entre los actores principales. Creo finalmente que Argentina y Chile deberán ser los actores principales en la minería mundial. Muchas gracias”, concluyó el Ing. López Bain.

 

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