A mediados de 2023, en diversos medios periodísticos se publicaron las restricciones que China impuso a sus exportaciones de galio, germanio e indio (INFOBAE, 15/07/23), enmarcando dicha restricción en la «guerra comercial» que mantiene con EE.UU., dado que estos metales son escasos pero importantes componentes en cierto tipo de tecnología electrónica moderna y China es el principal productor de esos insumos.
Por Eddy Lavandaio, revista Panorama Minero
Es importante destacar que su producción no proviene de la explotación de minas o yacimientos de esos metales, sino que son subproductos de la fundición y refinación de concentrados de otros metales, particularmente los que acostumbramos llamar «metales base», como el zinc, el plomo y el cobre.
Vale la pena mencionar, a manera de ejemplo, el caso de Chile que exporta selenio y renio, que no provienen de un yacimiento específico de esos metales sino que son subproductos de la metalurgia del cobre y del molibdeno.
Selenio, renio, galio, germanio, indio, son metales naturalmente escasos y aunque se los usa en pequeñas cantidades, sus aplicaciones en la tecnología moderna los hace valiosos y muchas veces insustituibles.
A los metales mencionados debemos agregar otros que también suelen ser recuperados de manera similar, como cobalto, teluro, talio, cadmio y arsénico.
Lo que queremos puntualizar es que la producción de estos metales, escasos pero muy demandados y de buen precio, depende de la existencia de los establecimientos de fundición de otros metales más abundantes, cuya refinación pueda separar a los más escasos como subproductos de valor comercial.
Aquí cabe explicar que, en los yacimientos de metales base, por una cuestión de afinidades físicas y químicas, algunos de esos metales escasos suelen asociarse a los metales abundantes en proporciones muy pequeñas. Trataremos de explicar de manera muy breve y elemental como opera la tecnología para recuperar algunos de esos metales escasos asociados.
Los procesos clásicos de la metalurgia son bastante complejos y diferentes para cada metal, y también existen tecnologías alternativas. Al solo efecto de simplificar la explicación nos referiremos a los clásicos procesos de fundición y los vamos a sintetizar en dos pasos.
El primer paso es la fundición (a elevada temperatura) del metal que fluye separándose de los otros componentes y es recogido, enfriado y solidificado en moldes diseñados para su uso posterior como ánodos en una electrólisis. Aquí es donde los gases (trióxido de azufre principalmente) se deben convertir en ácido sulfúrico, que es el primero y más voluminoso subproducto de estos establecimientos.
El metal obtenido en el paso anterior como ánodo contiene impurezas y debe ser refinado en un segundo paso que separe esas impurezas y se obtenga un metal de alta pureza. En la refinación por electrólisis ese metal se disuelve y se adhiere selectivamente al cátodo, y las impurezas quedan conformando un residuo que suele llamarse barro anódico.
Parte de esas impurezas son los metales que en el yacimiento estaban asociados al metal refinado, pero en proporciones muy pequeñas. Los asociados más comunes son la plata y el oro, pero según el caso pueden encontrarse allí algunos de los siguientes metales: selenio, teluro, galio, germanio, cadmio, indio y talio.
En definitiva, esos barros residuales deben ser procesados posteriormente para separar y obtener los metales mencionados, siempre y cuando esa separación sea económicamente viable.
En la Argentina ya no quedan fundiciones de metales base. Sin embargo, nuestro potencial minero en ese rubro es muy importante. La mayor expectativa está puesta en los ocho grandes yacimientos de cobre ya cubicados en las provincias de Salta, Catamarca, San Juan y Mendoza, cuyos recursos (más de 60 millones de toneladas de cobre metálico) permitirían iniciar y mantener una producción de concentrados durante cien años o más. Por otro lado, los recursos de yacimientos de zinc y de plomo son más modestos, pero nada despreciables.
Conviene recordar que en algunos momentos de nuestra historia reciente, la instalación de establecimientos de fundición se erigió como un objetivo político estratégico para el desarrollo del país. En ese marco se instalaron, a mediados del siglo XX, las primeras fundiciones de hierro para producir acero y las fábricas de ferroaleaciones, y un poco más adelante, la fundición de aluminio.
Esas iniciativas fueron muy positivas para el desarrollo de la industria nacional porque permitieron una puesta al día con los adelantos científicos y tecnológicos del mundo, y a la vez capacitar a profesionales, técnicos y operarios argentinos en el uso de esas modernas tecnologías, aspectos que a veces no se tienen en cuenta en los meros cálculos económicos.
Tal vez este sea el momento oportuno para la apertura de un nuevo espacio de investigación destinado a explorar las posibilidades de producir metales de alta pureza y subproductos estratégicos que, en conjunto y con los beneficios de la Ley de Inversiones Mineras, hagan económicamente viable su instalación.
En el caso del cobre, frecuentemente suele decirse que el valor agregado de una fundición no es relevante comparado con la producción y venta de concentrados. Posiblemente la simple comparación de precios, costos y ganancias conduzca a esa conclusión, aunque las usuales fórmulas de pago siempre protegen a las fundiciones.
Sin embargo hay otros factores a tener en cuenta.
1.- Actualmente nuestro país importa cobre metálico y también manufacturas de cobre. Disponer de cobre argentino permitirá ahorrar divisas, y posiblemente incrementar la elaboración de manufacturas dentro del país.
2.- La fundición obtiene ácido sulfúrico como producto adicional, cuya venta en el mercado nacional será de especial interés porque actualmente la industria argentina depende de la importación del ácido o de la materia prima (azufre) para fabricarlo, todo ello con una pérdida de divisas anual de unos 30 a 40 millones de dólares.
3.- Los barros anódicos antes mencionados pueden venderse como tales ya que existe un mercado comprador para ello, o dedicarlos a la recuperación de otros metales en el mismo establecimiento. En cualquiera de los casos es otro negocio que suma.
4.- Como ya se mencionó la instalación de un establecimiento que responda a los últimos adelantos científicos y tecnológicos del mundo, servirá para capacitar a profesionales, técnicos y operarios argentinos en el uso de esas modernas tecnologías. Esto es de gran valor aunque sea difícil expresar en números.
5.- Será una nueva fuente de producción y trabajo para sumar a las actividades existentes, ayudando a disminuir la pobreza y la desocupación.
Creemos que vale la pena estudiar este tema de manera amplia, considerando sus aspectos científicos, tecnológicos, políticos, económicos, sociales, ambientales y regionales. La Argentina cuenta con organismos especializados como el SEGEMAR, el INTI, y el CONICET, y otros institutos competentes en la materia, con los cuales se podría conformar un grupo de trabajo ad hoc. El objetivo es determinar si hay un principio de viabilidad y, en caso positivo, explorar las posibilidades de atraer inversiones destinadas a procesar al menos una parte de los concentrados que se produzcan dentro del país.
Si los resultados de la investigación fueran positivos se abriría la posibilidad de instalar un establecimiento de fundición y refinación, y completar la última etapa de la industria minera, bajo las normas del artículo 249º del Código de Minería, con los beneficios que surgen del artículo 5º de la Ley de Inversiones Mineras Nº 24.196, y con las facilidades regionales que se puedan sumar.